Tras el trabajo y la gran ayuda de mi buena amiga y coach, he aprendido que el sentimiento de culpa se arrastra prácticamente desde que nacemos. Es algo que puede afectarnos ya en el vientre materno y que después podemos absorberlo a través de nuestros padres o cuidadores bastante fácilmente por el simple hecho de ser como esponjas los primeros años de vida.
Por lo tanto, de adultos, podremos sentir culpas heredadas, que no nos pertenecen realmente a nosotros y que se suman a las que nosotros mismos sufrimos. De lo que más puedo hablar es de la culpa que se experimenta como madre pues es la más reciente que he tenido que resolver y que hoy por hoy, todavía continúo resolviendo.
Por un lado, está la culpabilidad que sentimos debida a la presión social. Mensajes que recibimos a través de los medios de comunicación, amigos y familiares que juzgan nuestra forma de actuar como madres. Esto nos genera inseguridad en lo que hacemos, porque ya no sabemos sí está bien o esta mal, o si podríamos hacerlo mejor. Quizás esta sería la mejor definición, una sensación constante de que podríamos hacerlo mejor. Llegamos a sentirnos culpables hasta cuando el niño se pone enfermo.
Por otro lado, este sentimiento también viene determinado por la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Hoy en día, la mujer suele trabajar fuera de casa lo que le impide criar a sus hijos durante los primeros años de vida, en los cuales la madre se siente más apegada a ellos y a su vez los niños a su madre. Normalmente esto suele ser por necesidad en la mayoría de los casos, muchas veces no puede ser de otra manera realmente, en otros casos la misma sociedad de consumo de manera inconsciente nos ha creado la necesidad de tener más, de comprar, un coche, una casa, ropa de marca, y un sin fin de gastos que probablemente muchas veces y si nos paráramos a pensar por un momento, podríamos reducir al máximo y dedicarle el tiempo a los niños cuando realmente nos necesitan las 24 horas, que son los 3 ó 4 primeros años de vida. Esta situación, ya sea por necesidad o por inconsciencia social, empujados por esta sociedad de consumo y su sistema capitalista, genera en las madres un sentimiento de culpa bastante difícil de resolver y de llevar.
Luego existe el caso de personas como yo, que trabajamos fuera de casa pero que además nuestro trabajo nos gusta, esto aumenta el sentimiento de culpa aún más.
Este sentimiento tiene consecuencias para la madre y para los niños. En el caso de la madre genera un estrés bastante acusado que sumado al hecho de tener que andar corriendo todo el día, hace que se reduzca su nivel de energía, estando muy cansada a la hora de compartir el tiempo con los niños, que suele ser tras madrugar, trabajar y correr para llegar a todas partes a tiempo. Al estar más cansadas nos resulta más complicado establecer los límites, por otro lado, absolutamente necesarios, durante la infancia de los niños. Entre el agotamiento físico y mental, y el sentimiento de culpa que tenemos por no estar con ellos más tiempo, muchas veces somos más permisivas de lo debido y otras poco consecuentes con nuestros actos, porque sí ayer algo era que no, hoy puede ser que sí porque no tengo fuerzas para luchar.
En el caso de los niños, las consecuencias son bastante evidentes en la sociedad actual. Cuando son pequeños, desorientación, porque un niño necesita que le pongan límites. De esta manera, él acaba entendiendo que a sus padres les importa y además aprende a diferenciar entre lo que esta bien y lo que esta mal, lo que le ayuda a orientarse en la vida y le hace sentir bien. Aunque pueda parecer lo contrario, un niño que haga lo que le de la gana y no tenga ninguna consecuencia, nunca aprenderá a distinguir lo bueno de lo malo y tampoco verá como autoridad a su madre, lo que a la larga, puede llevar a una adolescencia complicada, y a estas noticias que desgraciadamente en los últimos años se repiten preocupantemente de hijos que pegan a sus padres o que los tienen atemorizados. Puede parecer exagerado, pero evidentemente me estoy poniendo en un caso extremo para que se entienda lo mejor posible.
¿Cómo podemos resolver ese sentimiento de culpa?
Pues hay varios temas que debemos tener en cuenta para ello.
Primero, como madre, pararte a pensar en la posibilidad de dejar de trabajar. Si por necesidad económica no es posible, entenderte a ti misma, sentirte y darte cuenta de que no puedes sentirte culpable por algo que no puedes cambiar.
Si cambiando tu vida fuese posible dejarlo, también cabe la posibilidad de que te guste tu trabajo y esto lo haga aún más complicado. Cambiar de vida se dice fácil pero no lo es, por la educación recibida, por la presión social y porque es difícil que todos los miembros de la familia te acompañen en el cambio, entiéndase pareja, etc... Si te gusta tu trabajo y por lo tanto cambiar de vida se te hace más difícil aún, se debe ser consciente de la decisión tomada y entender que somos personas además de madres, con necesidades propias y eso no tiene porque martirizarnos a través de la culpa.
Una vez entendido lo anterior, es decir, comprendernos a nosotras mismas, nuestras necesidades y lo que nos piden nuestras entrañas, entendiendo nuestro propio yo independientemente del rol de madre que estamos ejerciendo, tenemos que ser capaces de dedicar el mayor tiempo posible a nuestros hijos, pero tiempo de calidad. Comprender que mientras estas lavando los platos o recogiendo la casa, tus hijos están creciendo, que todo eso puede esperar, que sólo van a ser 3 ó 4 años lo que los niños van a reclamarnos más tiempo. Jugar, reír, bailar con ellos un poquito cada día sin olvidar en cualquier caso, que tenemos que ponerles límites y que los actos tienen consecuencias, buenas o malas según la naturaleza del mismo. Y si somos capaces de cumplir la primera parte, liberarnos de ese sentimiento tan amargo como es el sentimiento de culpa, esos momentos, compartidos con ellos serán aún mejores porque tendremos más energía para dedicarles y a la vez mostrarles la autoridad como madre que como hijo deberá interiorizar.
Como digo, yo aún estoy trabajando en ello y sí algo he sacado en claro, es que todo debe hacerse en equilibrio. Es decir sí trabajamos hasta tarde, dedicaremos el tiempo que podamos a jugar con ellos, a compartir tiempo con ellos. En mi caso, muchas de las labores del hogar las hago cuando ya están dormidos.
Para terminar este post, enfatizaría en la importancia de dos cosas:
La primera, que ante todo, debemos entender que para bien o para mal, todas intentamos hacerlo lo mejor que podemos, lo mejor que sabemos hacerlo, comprender que podemos equivocarnos porque somos personas. Sí nos convencemos de que lo hacemos lo mejor que podemos, desaparecerá gran parte de culpa, lo que nos ayudará a nosotras mismas y a nuestros hijos, porque al estar menos "cargadas", tendremos más energía y más ánimo, lo que notáremos a la hora de poner límites a los niños y a la hora de jugar con ellos.
Y segundo y no menos importante, recordar siempre que somos personas antes de nada, con necesidades, deseos, sueños y que también precisamos de algo de tiempo para nosotras y que, aunque trataremos de dedicarnoslo cuando afecte menos al tiempo que tenemos para dedicarles a ellos, debemos hacerlo por nosotras porque nos va a cargar las pilas y nos va a hacer sentir bien. Sal con una amiga, con tu pareja, práctica algún deporte una vez a la semana, date un gusto, de este modo, si tu estas bien por dentro, lo sentirás y lo sentirán por fuera.
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